Una mesera vino a tomar nuestra orden, yo
pedí una ensalada de algas y verduras frescas con limonada bien fría; Brianna
pidió unos langostinos empanizados y papas fritas (obviamente, yo planeaba
robarle algunas para mí misma).
El teléfono de Brianna sonó y la foto de Jake
Dylan apareció en la pantalla sobre nuestra mesa. Estaban intentando “algo”
desde un mes antes del accidente. A ella le gustaba hacía casi un año, pero
según su protocolo de citas (el cual nunca rompía), debían compartir gustos, lo
cual no había sucedido… aún.
El problema era que Brianna no iba a
renunciar tan fácil, Jake era realmente su tipo. Tenía el pelo muy oscuro y
lacio, no muy largo pero con mucho estilo; sus ojos era celestes, casi tan
claros como los de Christie (pero a ella nadie le ganaba); era alto y atlético.
Jugaba al futbol, surfeaba con James todos los fines de semana, no tenía muchos
problemas en las materias del instituto y, para mejorarlo todo, no era para
nada mujeriego. Apenas tenía una corta lista de citas que casi nunca llegaban a
algo más. Según Brianna, él era perfecto.
Dejé que ella hablara con Jake, de no
hacerlo, no me lo perdonaría jamás porque nunca me impedía a mí cuando hablaba
con su hermano James.
Brianna salió al balcón que había con vista
al mar y yo me quedé sentada en la mesa, esperando nuestro pedido.
El mar estaba agitado, con olas enormes y
bien claras. Amaba verlas y oírlas romper en la costa.
Desvié mi mirada hacia las ventanas que daban
a la calle. En el estacionamiento se veía el coche de la señora Parks y otros
pocos, el lugar no estaba muy lleno aquel día. En una de las esquinas, encontré
un Jeep CHEROKEE rojo, muy hermoso. En mi opinión, los autos como aquel, eran
los más lindos. Me encantaban los deportivos, de esos con los que podía
recorrer kilómetros y kilómetros sin tener que preocuparte por nada.
Lo contemplé por unos minutos, hasta que la
mesera llegó con nuestros pedidos. Todo olía delicioso. Golpeé la ventana y
Brianna entró nuevamente al oírme.
-Kat,
mi mejor, excelente amiga, Kat.
-¿Qué
quieres?
-
Jake quiere que vayamos a comer juntos a un lugar divino de Proserpine, pero
como las cosas entre nosotros no nos salen muy bien últimamente, me preguntaba
si pueden venir James y tú con nosotros.
-Ni
lo sueñes, no soy buena en las citas y mucho menos cuando la señorita Brianna
Parks está presente.
Nos quedamos calladas, la única persona a la
que Brianna nunca lograba convencer, era yo. Cuando tomaba una decisión era
definitiva, nadie lo sabía mejor que ella.
-Vamos,
llevan saliendo bastante tiempo y aún no pasa nada- me reprochó mientras comía
un langostino- mi hermano debe adorarte si aún sigue esperando muy esperanzado.
Puse los ojos en blanco y le robé una papa,
me era muy incómodo hablar de James frente a Brianna. Éramos mejores amigas
desde la primaria, pero él era su hermano y cambiaba todas las cosas.
Nosotros llevábamos “saliendo” desde que yo
salí del hospital luego del accidente. Él me había ayudado mucho, pero
estábamos en la mitad de amigos y novios. Yo no estaba lista para una relación,
y mucho menos con James. Él estaba al tanto de lo que yo pensaba.
Nos
llamábamos por teléfono, hablábamos y nos divertíamos juntos. Pero, como
Brianna ya lo había dicho, nada pasaba entre nosotros.
James me había dicho que estaba dispuesto a
esperarme, porque la situación que estaba atravesando era difícil.
De un día para el otro, Liz se había mudado
con nuestra abuela materna en Auckland, porque tenía que comenzar la
rehabilitación, lo cual iba a llevar años.
El choque la había dejado en una silla de
ruedas y en la capital de Nueva Zelanda, había una estupenda clínica para
personas con aquellos problemas.
Ninguno en la familia podía creer que era lo
que había pasado, nos negábamos ante la idea de no tener a Liz en nuestra casa
y peor aún, a la idea de que tal vez, estuviera en aquella silla por siempre.
-¿Estás
segura de no venir?- no podía creer que Brianna estuviera dispuesta dar un segundo intento ante mi negación- es
hoy por la noche.
-Estoy
segura, necesito que me dejes en la biblioteca al salir, tengo que hacer
algunos reportes.
Yo había pasado dos semanas en el hospital
luego del accidente, y al salir, no estaba lista para comenzar el instituto. La
idea de atravesar aquel camino nuevamente, no me fascinaba. Por eso, pasé otras
dos semanas en casa. Brianna y James me visitaban de vez en cuando, ella me
llevaba la tarea y me contaba los chismes y él me hacía compañía. Al cabo de
otras dos semanas, ya estaba segura de volver a mis estudios.
El problema era que yo no quería suspender y
tener que ir a la escuela de verano o repetir el año. Necesitaba ponerme al día
y volver a tener buenas notas, pasaba casi todos los fines de semana estudiando
para recuperar las materias.
Brianna me preguntó sobre la nueva vida que
llevábamos. Al principio, no quise hablar de eso, pero lo necesitaba. Ella era
mi mejor amiga, ¿Si no le podía confiar mis emociones y sentimientos, de que
servía seguir siendo amigas?
Le dije todo lo que necesitaba sacar de mi
interior. Lo culpable que me sentía sobre aquella noche y lo difícil que era
despertar cada mañana y darse cuenta que ya no había carreras al baño o alguien
que te hiciera la trenza espiga. Necesitaba a mi hermana en casa, no solo yo,
mis padres también.
Mamá la llamaba todos los días, pero había
veces en que Liz no tenía ganas de recibir visitas o llamadas, y yo la atendía.
Sabía que Brianna no lo entendía a la perfección, pero al menos me escuchaba.
Ella no conocía lo que era ver a tu madre llorando al colgar el teléfono,
sintiendo que hace todo mal por no poder ayudar a su hija.
Tampoco podía entender lo que era ver que su
padre tomara cada turno de emergencia que había en el hospital para pagar los
gastos que requería la rehabilitación. No veía a papá casi nunca, y cuando
estaba en casa, trataba de hacerle saber que yo estaba bien para no lastimarlo
más de lo que estaba.
Christie nos llamaba casi todas las noches
para asegurarnos que estaba bien, porque mamá no quería perderse ningún detalle
de su vida, y necesitaba saber que no le faltara nada.
Por mi parte, me sentía vulnerable todo el
tiempo. Intentando entender porqué nuestra familia había cambiado tanto.
Intentando comprender si la persona que se cruzó en nuestro camino estaría
consciente de lo que había causado o simplemente no lo recodaba.
Me sentí mucho mejor al escuchar las palabras
de mi amiga, sabía que Brianna no me dejaría sola ni por un instante.
-Tranquila,
el tiempo lo cura todo- en mi caso estaba tardando bastante- pero estoy aquí
para lo que necesites, sabes que siempre podes contar conmigo… soy tu mejor
amiga y quiero que lo recuerdes todo el tiempo.
Adoraba cuando Brianna soltaba su lado
sensible. A veces, pensaba que yo era la única persona que lo conocía. Era
complicado que ella le hablara de esa manera a alguien. Sus padres eran muy
estrictos y yo siempre fui el apoyo que ella necesitaba. Los señores Parks querían
hijos perfectos, y les daban todo lo mejor para que lo lograran.
Para James nunca fue un inconveniente, él era
“realmente perfecto”. Mientras que Brianna lo intentaba todo el tiempo: se
anotaba en cada deporte que podía, asistía a ballet, sacaba buenas notas, salía
a correr, entrenaba en un gimnasio, tomaba tres clases de idiomas particulares
(español, francés e italiano), era parte del periódico escolar, del consejo de
estudiantes y ayudante de la dirección. Como si todo eso fuera poco, cuando la
necesitaba (como lo hacía desde el choque), siempre estaba para mí. No podía
quejarme de no tener alguien en quien confiar, Brianna era la persona más
generosa que había conocido en mi vida. Me conocía como nadie en todo el mundo,
y me hacía reír sin importar las circunstancias.
-Bueno,
el melodrama ya pasó- intentó cambiar de tema secándose una lagrima que asomaba
en uno de sus ojos, corriéndole el maquillaje- mira lo que logras que haga.
Asentí, sonriendo, era gracioso verla
haciendo esas muecas.
-Cambiando
de tema- me apuntó con una papa que tenía kétchup en la punta- quiero que me
cuentes que pasa entre ustedes.
-¿Quiénes?
-No
te hagas la tonta Kat, me refiero a James.
Puse los ojos en blanco, ella sabía que ese
tema no me gustaba, pero yo no podía seguir evitándolo. Ella era mi amiga, y
aunque James era su hermano, era un chico que me quería. Hablar de él, era lo
que cualquier otra adolecente haría. Además, necesitaba aclarar mis ideas
acerca de James, aun no sabía qué hacer y tenía que decidirlo. Él no me iba a
esperar toda la vida, pero al mismo tiempo, no me presionaba.
-Antes
que nada, yo quiero saber si él te gusta realmente… eres mi mejor amiga pero no
quiero que ninguno de los dos sufra.
-Sabes
que me gusta, creí que realmente íbamos a llegar a algo el día de nuestra cita-
respondí, escondiéndome en mi ensalada y en un sorbo del vaso de limonada- pero
luego, pasó eso y aún no estoy lista… en casa pasan muchas cosas.
-Puedo
hablar con él y decirle que es lo que sucede.
-Él
lo sabe… se lo dije muchas veces- esto no se lo había dicho a Brianna, me daba
vergüenza, pero ya no podía ocultarlo- por las tardes va a casa y tomamos un
poco de café y vemos algunas películas.
-Me
gusta lo que oigo- puse los ojos en blanco luego del guiño proveniente de
Brianna- en fin, quiero más ¿se besan, tu mamá lo sabe, se queda a comer,
durante cuánto tiempo están juntos?
-¡Brianna!- interrumpí- necesitas respirar durante esos atracones… se
queda en casa y pasamos las tardes juntos, siempre y cuando él pueda y yo esté de humor, me ayuda a estudiar, comemos
algo, vemos películas, todo lo que a dije, pero no nos besamos porque aún no
quiero.
-AUN.
Solo sonreí, ya no quería seguir hablando de
ese tema. Sentía que estaba roja de vergüenza y que iba a vomitar en cualquier
momento. No podía creer que yo estuviera “saliendo” con el hermano de mi mejor
amiga. Era una locura y ella iba a bromear con ese tema durante el resto de la
eternidad.
Terminamos nuestra comida y la camarera volvió a llevarnos la cuenta. No tenía mucho
dinero para el postre, pero no iba a salir sin comer algo dulce. Yo amaba lo
dulce.
Al final, me decidí por una copa helada de
crema, frutillas, arándanos y moras. Por otra parte, Brianna solo optó por una
porción de torta de limón, ella no era tan dulcera como yo.
Terminamos y pagamos la cuenta. Aún no eran
media tarde, teníamos horas y horas para seguir juntas.