Sinopsis

Kat tiene una vida normal. Solo una cosa no cuadra en ella: su nuevo vecino, Ethan Mckenzie.
Luego del accidente con su hermana Liz, todo apunta hacia Ethan. Él guarda un enorme secreto y ella esta dispuesta a descubrirlo.
Aunque eso implique un gran riesgo...
Las playas de Australia, con su interminable sol y sus codiciadas olas, serán testigos de la mayor aventura que pueden vivir dos jovenes con un romance peligroso.

sábado, 17 de noviembre de 2012

Capitulo 2: Cuarta parte


Caminamos por la playa dejando el coche en el estacionamiento del restaurante. En poco tiempo, llegamos a nuestro lugar favorito. Una zona en la que generalmente había gente joven, Brianna lo adoraba.
Nos recostamos en la arena sobre unas mantas verdes manzana que ella había llevado. Me puse mis lentes de sol y me quedé mirando las tablas que desaparecían en las enormes olas. La tarde era perfecta, la primavera hacía que estuviéramos llenos de días como aquel.
A un costado nuestro, había un grupo de chicos jugando vóley en la arena, según Brianna, eran súper “monos”. Detrás, se encontraba un pequeño parador con paredes hechas de troncos de árboles, que siempre tenía gente tomando jugos tropicales o comiendo nachos mexicanos.
Algunas veces, Liz, Brianna y yo, habíamos ido a tomar juegos. A mi hermana le encantaba el coco y en aquel lugar servían los jugos de frutas en carcasas de cocos, con pequeños paragüitas de colores atados en las pajitas.
A mí me gustaban unos licuados de mango que preparaban con frutillas de papel que se enganchaban en el borde del vaso; y Brianna prefería otros de hielo picado, pulpa de frutillas y colorante rojo que se servían en vasos descartables de colores, con azúcar pegada en el borde.
  -Quiero esos de frutillas, ¿te invito el de mago explosivo?
  -Me has leído la mente.
Miré a Brianna mientras se alejaba hacía el mini bar y eché un pequeño vistazo al estacionamiento de la playa. Recordé que habíamos dejado el coche en Sorrento. Me puse a ver si, tal vez, encontraba el auto de alguien conocido, pero en su lugar solo vi el Jeep CHEROKEE rojo que había frente al restaurante.
Seguramente era una coincidencia, tal vez era alguien que estaba en la paya repleta de gente. Por detrás de mi hombro, intenté mirar disimuladamente para ver si reconocía a alguien que estaba junto a nuestras mesas. Pero ningún rostro me parecía conocido, por lo general, cada cara quedaba grabada en mi mente. Pero no aquella tarde.
En pocos minutos, Brianna apareció con un vaso de “mango explosivo” en una mano y otro de “frescura natural”.
  -¿Se puede saber a quién miras tanto, acaso buscas a alguien?
  -El Jeep rojo que estaba en Sorrento está aquí también.
  -Sí, y el problema es…
  -No sé, pero ¿no nos estarán siguiendo?
  -Por favor Kat- acomodó los anteojos y bebió un poco de jugo- es una persona con tanto tiempo libre como para seguir a dos chicas un sábado por la tarde. Señor/señora, necesita una vida ¡ya!
  -No es eso, pero es… extraño.
  - Yo creo que estás paranoica, agarra el vaso, mira los chicos y disfruta de la tarde.
Hice caso a los consejos de Brianna, seguramente estaba enloqueciendo por el estrés y la cantidad de cosas que pasaban por mi mente.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Capitulo 2: Tercera Parte




Una mesera vino a tomar nuestra orden, yo pedí una ensalada de algas y verduras frescas con limonada bien fría; Brianna pidió unos langostinos empanizados y papas fritas (obviamente, yo planeaba robarle algunas para mí misma).
El teléfono de Brianna sonó y la foto de Jake Dylan apareció en la pantalla sobre nuestra mesa. Estaban intentando “algo” desde un mes antes del accidente. A ella le gustaba hacía casi un año, pero según su protocolo de citas (el cual nunca rompía), debían compartir gustos, lo cual no había sucedido… aún.
El problema era que Brianna no iba a renunciar tan fácil, Jake era realmente su tipo. Tenía el pelo muy oscuro y lacio, no muy largo pero con mucho estilo; sus ojos era celestes, casi tan claros como los de Christie (pero a ella nadie le ganaba); era alto y atlético. Jugaba al futbol, surfeaba con James todos los fines de semana, no tenía muchos problemas en las materias del instituto y, para mejorarlo todo, no era para nada mujeriego. Apenas tenía una corta lista de citas que casi nunca llegaban a algo más. Según Brianna, él era perfecto.
Dejé que ella hablara con Jake, de no hacerlo, no me lo perdonaría jamás porque nunca me impedía a mí cuando hablaba con su hermano James.
Brianna salió al balcón que había con vista al mar y yo me quedé sentada en la mesa, esperando nuestro pedido.
El mar estaba agitado, con olas enormes y bien claras. Amaba verlas y oírlas romper en la costa.
Desvié mi mirada hacia las ventanas que daban a la calle. En el estacionamiento se veía el coche de la señora Parks y otros pocos, el lugar no estaba muy lleno aquel día. En una de las esquinas, encontré un Jeep CHEROKEE rojo, muy hermoso. En mi opinión, los autos como aquel, eran los más lindos. Me encantaban los deportivos, de esos con los que podía recorrer kilómetros y kilómetros sin tener que preocuparte por nada.
Lo contemplé por unos minutos, hasta que la mesera llegó con nuestros pedidos. Todo olía delicioso. Golpeé la ventana y Brianna entró nuevamente al oírme.
  -Kat, mi mejor, excelente amiga, Kat.
  -¿Qué quieres?
  - Jake quiere que vayamos a comer juntos a un lugar divino de Proserpine, pero como las cosas entre nosotros no nos salen muy bien últimamente, me preguntaba si pueden venir James y tú con nosotros.
  -Ni lo sueñes, no soy buena en las citas y mucho menos cuando la señorita Brianna Parks está presente.
Nos quedamos calladas, la única persona a la que Brianna nunca lograba convencer, era yo. Cuando tomaba una decisión era definitiva, nadie lo sabía mejor que ella.
  -Vamos, llevan saliendo bastante tiempo y aún no pasa nada- me reprochó mientras comía un langostino- mi hermano debe adorarte si aún sigue esperando muy esperanzado.
Puse los ojos en blanco y le robé una papa, me era muy incómodo hablar de James frente a Brianna. Éramos mejores amigas desde la primaria, pero él era su hermano y cambiaba todas las cosas.
Nosotros llevábamos “saliendo” desde que yo salí del hospital luego del accidente. Él me había ayudado mucho, pero estábamos en la mitad de amigos y novios. Yo no estaba lista para una relación, y mucho menos con James. Él estaba al tanto de lo que yo pensaba.
 Nos llamábamos por teléfono, hablábamos y nos divertíamos juntos. Pero, como Brianna ya lo había dicho, nada pasaba entre nosotros.
James me había dicho que estaba dispuesto a esperarme, porque la situación que estaba atravesando era difícil.
De un día para el otro, Liz se había mudado con nuestra abuela materna en Auckland, porque tenía que comenzar la rehabilitación, lo cual iba a llevar años.
El choque la había dejado en una silla de ruedas y en la capital de Nueva Zelanda, había una estupenda clínica para personas con aquellos problemas.
Ninguno en la familia podía creer que era lo que había pasado, nos negábamos ante la idea de no tener a Liz en nuestra casa y peor aún, a la idea de que tal vez, estuviera en aquella silla por siempre.
  -¿Estás segura de no venir?- no podía creer que Brianna estuviera dispuesta  dar un segundo intento ante mi negación- es hoy por la noche.
  -Estoy segura, necesito que me dejes en la biblioteca al salir, tengo que hacer algunos reportes.
Yo había pasado dos semanas en el hospital luego del accidente, y al salir, no estaba lista para comenzar el instituto. La idea de atravesar aquel camino nuevamente, no me fascinaba. Por eso, pasé otras dos semanas en casa. Brianna y James me visitaban de vez en cuando, ella me llevaba la tarea y me contaba los chismes y él me hacía compañía. Al cabo de otras dos semanas, ya estaba segura de volver a mis estudios.
El problema era que yo no quería suspender y tener que ir a la escuela de verano o repetir el año. Necesitaba ponerme al día y volver a tener buenas notas, pasaba casi todos los fines de semana estudiando para recuperar las materias.
Brianna me preguntó sobre la nueva vida que llevábamos. Al principio, no quise hablar de eso, pero lo necesitaba. Ella era mi mejor amiga, ¿Si no le podía confiar mis emociones y sentimientos, de que servía seguir siendo amigas?
Le dije todo lo que necesitaba sacar de mi interior. Lo culpable que me sentía sobre aquella noche y lo difícil que era despertar cada mañana y darse cuenta que ya no había carreras al baño o alguien que te hiciera la trenza espiga. Necesitaba a mi hermana en casa, no solo yo, mis padres también.
Mamá la llamaba todos los días, pero había veces en que Liz no tenía ganas de recibir visitas o llamadas, y yo la atendía. Sabía que Brianna no lo entendía a la perfección, pero al menos me escuchaba. Ella no conocía lo que era ver a tu madre llorando al colgar el teléfono, sintiendo que hace todo mal por no poder ayudar a su hija.
Tampoco podía entender lo que era ver que su padre tomara cada turno de emergencia que había en el hospital para pagar los gastos que requería la rehabilitación. No veía a papá casi nunca, y cuando estaba en casa, trataba de hacerle saber que yo estaba bien para no lastimarlo más de lo que estaba.
Christie nos llamaba casi todas las noches para asegurarnos que estaba bien, porque mamá no quería perderse ningún detalle de su vida, y necesitaba saber que no le faltara nada.
Por mi parte, me sentía vulnerable todo el tiempo. Intentando entender porqué nuestra familia había cambiado tanto. Intentando comprender si la persona que se cruzó en nuestro camino estaría consciente de lo que había causado o simplemente no lo recodaba.
Me sentí mucho mejor al escuchar las palabras de mi amiga, sabía que Brianna no me dejaría sola ni por un instante.
  -Tranquila, el tiempo lo cura todo- en mi caso estaba tardando bastante- pero estoy aquí para lo que necesites, sabes que siempre podes contar conmigo… soy tu mejor amiga y quiero que lo recuerdes todo el tiempo.
Adoraba cuando Brianna soltaba su lado sensible. A veces, pensaba que yo era la única persona que lo conocía. Era complicado que ella le hablara de esa manera a alguien. Sus padres eran muy estrictos y yo siempre fui el apoyo que ella necesitaba. Los señores Parks querían hijos perfectos, y les daban todo lo mejor para que lo lograran.
Para James nunca fue un inconveniente, él era “realmente perfecto”. Mientras que Brianna lo intentaba todo el tiempo: se anotaba en cada deporte que podía, asistía a ballet, sacaba buenas notas, salía a correr, entrenaba en un gimnasio, tomaba tres clases de idiomas particulares (español, francés e italiano), era parte del periódico escolar, del consejo de estudiantes y ayudante de la dirección. Como si todo eso fuera poco, cuando la necesitaba (como lo hacía desde el choque), siempre estaba para mí. No podía quejarme de no tener alguien en quien confiar, Brianna era la persona más generosa que había conocido en mi vida. Me conocía como nadie en todo el mundo, y me hacía reír sin importar las circunstancias.
  -Bueno, el melodrama ya pasó- intentó cambiar de tema secándose una lagrima que asomaba en uno de sus ojos, corriéndole el maquillaje- mira lo que logras que haga.
Asentí, sonriendo, era gracioso verla haciendo esas muecas.
  -Cambiando de tema- me apuntó con una papa que tenía kétchup en la punta- quiero que me cuentes que pasa entre ustedes.
  -¿Quiénes?
  -No te hagas la tonta Kat, me refiero a James.
Puse los ojos en blanco, ella sabía que ese tema no me gustaba, pero yo no podía seguir evitándolo. Ella era mi amiga, y aunque James era su hermano, era un chico que me quería. Hablar de él, era lo que cualquier otra adolecente haría. Además, necesitaba aclarar mis ideas acerca de James, aun no sabía qué hacer y tenía que decidirlo. Él no me iba a esperar toda la vida, pero al mismo tiempo, no me presionaba.
  -Antes que nada, yo quiero saber si él te gusta realmente… eres mi mejor amiga pero no quiero que ninguno de los dos sufra.
  -Sabes que me gusta, creí que realmente íbamos a llegar a algo el día de nuestra cita- respondí, escondiéndome en mi ensalada y en un sorbo del vaso de limonada- pero luego, pasó eso y aún no estoy lista… en casa pasan muchas cosas.
  -Puedo hablar con él y decirle que es lo que sucede.
  -Él lo sabe… se lo dije muchas veces- esto no se lo había dicho a Brianna, me daba vergüenza, pero ya no podía ocultarlo- por las tardes va a casa y tomamos un poco de café y vemos algunas películas.
  -Me gusta lo que oigo- puse los ojos en blanco luego del guiño proveniente de Brianna- en fin, quiero más ¿se besan, tu mamá lo sabe, se queda a comer, durante cuánto tiempo están juntos?
  -¡Brianna!- interrumpí- necesitas respirar durante esos atracones… se queda en casa y pasamos las tardes juntos, siempre y cuando él pueda y yo  esté de humor, me ayuda a estudiar, comemos algo, vemos películas, todo lo que a dije, pero no nos besamos porque aún no quiero.
  -AUN.
Solo sonreí, ya no quería seguir hablando de ese tema. Sentía que estaba roja de vergüenza y que iba a vomitar en cualquier momento. No podía creer que yo estuviera “saliendo” con el hermano de mi mejor amiga. Era una locura y ella iba a bromear con ese tema durante el resto de la eternidad.
Terminamos nuestra comida y la camarera  volvió a llevarnos la cuenta. No tenía mucho dinero para el postre, pero no iba a salir sin comer algo dulce. Yo amaba lo dulce.
Al final, me decidí por una copa helada de crema, frutillas, arándanos y moras. Por otra parte, Brianna solo optó por una porción de torta de limón, ella no era tan dulcera como yo.
Terminamos y pagamos la cuenta. Aún no eran media tarde, teníamos horas y horas para seguir juntas.

miércoles, 31 de octubre de 2012

Capitulo 2: Segunda Parte




La casa no era muy grande, supuse que no eran muchos en la familia porque apenas lo veía de vez en cuando a Ethan, y hasta ahora nunca había visto a sus padres, o al menos a uno de ellos.
Las paredes eran amarillo pastel, las puertas y ventanas blancas, el techo negro y el jardín súper verde. En la entrada había una galería con pisos de madera y para llegar a la puerta principal, había que subir unos cuatro escalones en unas escaleras que se extendían la misma medida de la puerta.
Toqué el timbre y un sonido bastante lindo, de esos que siempre suenan en las películas, se escuchó desde el interior. Me gustaba el tono del timbre, siempre había querido una casa con ese mismo sonido.
Nadie me atendía, pero sabía que alguien tenía que haber, desde el interior se escuchaban unos pasos. Volví a apretar el botón del timbre y esta vez, los pasos de dirigieron a la entrada.
  -Hola- dijo Ethan apoyado en el umbral de la puerta, parecía sorprendido, demasiado para mi gusto- veo que me trajiste flores, no pensé que ese era tu estilo Kat.
Miré el ramo de tulipanes que sostenía con una mano. De pronto me sentí avergonzada, realmente parecía que se los iba a dar a él. Ni en sueños. Tenía que actuar rápido. Ya.
  -No son para ti- me apresuré por responder, aunque me salió un poco seca la respuesta- ¿está tu madre?- giró su mirada hacia el interior de la casa, luego volvió a mirarme y yo sentí que se ponía un poco incomodo, como si no supiera que decir- ¿está o no?
  - Salió temprano para Sídney- no sé si sería yo o no, pero pareció una respuesta apurada, como si se le acabara de ocurrir.
  - Bueno, entonces te las dejo aquí- le extendí el ramo, aunque la escena quedó algo ridícula- si se puede, tenlas frescas hasta que vuelva.
  - ¿Acaso Kat Cooper está tratando de ganarse a mi madre?- odiaba que me avergonzara a todo momento, siempre me hacía quedar como una tonta y eso que no habíamos hablado mucho que digamos- mira que eso no es necesario, ya no se usa.
  - Son de parte de mamá- di media vuelta y bajé dos escalones de la galería de entrada- inmaduro.
Terminé de bajar, intentando mantener mi dignidad, pero por dentro, me salían unas risitas tontas. Lo que me había dicho era algo gracioso, me avergonzaba, pero era gracioso.
  -Te espero cuando quieras- repitió desde la puerta, yo solo me giré y le dediqué una de mis sonrisas falsas, de esas que le mostraba cuando iba a la tienda a comprar cera de coco.
En la calle frente a mi casa, estaba Brianna estacionada con el auto de su madre, un Chevrolet CRUZE gris humo (la familia Parks era bastante conocida en Proserpine).
Me acomodé mi cartera en el hombro y me dirigí a la puerta del acompañante, tratando de no volver la mirada hacia Ethan, estaba segura que él seguía con su brazo apoyado en el arco de la puerta disfrutando la humillación que me había hecho pasar hacía unos momentos.
Subí al coche y me encontré con la mirada de Brianna bajo sus enormes lentes de sol imitación de Gucci. Estaba segura que había presenciado todo el espectáculo de las flores.
  -Hmm, no esperaba encontrarte con Ethan Mackenzie, pero si te interesa…
  -Ni lo menciones- casi le hago tragare sus palabras, jamás saldría con alguien como Ethan- solo fui a llevarle unos tulipanes.
  -En mi mundo eso lo hacen los chicos generalmente, pero cambiar no está nada mal.
“No tendría que haber dicho eso de los tulipanes”.
  -Mamá se los quiso dar a la señora Mackenzie, sabes que odio los tulipanes porque soy…
  -Alérgica- dijo Brianna completando mi frase.
Asentí mientras aspiraba en el inhalador que guardaba en mi cartera. Se suponía que lo tulipanes no me hacían nada si no los olía directamente, pero por las dudas, aspiré varias veces para no estar “contaminada”.
  -Bueno, al final, ¿Qué tal su madre? ¿Ethan heredó los encantos de ella o acaso el señor Mackenzie es el HOMBRE de la casa?- Las palabras de Brianna salía sin ningún filtro, eran una pregunta tras otra- en mi opinión, Ethan  sería el hombre de la casa, sus ojos y esos labios… no me molestaría que él fuese mi vecino. Además…
  -Brianna, es suficiente- puse los ojos en blanco, cuando tenía esos ataques de preguntas, era realmente irritante- no estaban sus padres.
  -¿Entonces estaba solo?- puso sus ojos “acusadores”, una mirada pícara que siempre me daba gracia.
  -Siempre está solo, hace más de un mes que vive en esa casa y nunca vimos a alguien que no sea él… es extraño.
  -Me pregunto si será de esos que hacen fiestas o de los que se quedan tranquilos.
  -Ese no es el caso, ¿Qué tal si vive solo?
Bajé del auto que Brianna había estacionado junto a un lugar no muy lejos de mi casa, Sorrento Restaurant and Bar, un lugar con una vista a la costa y a un puerto donde la mayoría de los habitantes de la ciudad “estacionaban” sus embarcaciones.
  -No creo que viva solo, debe ser ilegal- atravesamos la puerta principal y nos encontramos con un ambiente de bar familiar que yo adoraba, siempre comíamos ahí- ¿Cuántos años tiene?
  -Supongo que dieciséis o diecisiete- me senté en una mesa junto a la ventana y eché un vistazo a la carta de menús- está en el mismo curso que nosotras, salvo que haya suspendido muchas clases.
  -No creo, estamos juntos en español y no le va tan mal, obvio que yo soy la mejor.
Brianna era la mejor en cada cosa que se proponía, español, atletismo e incluso, cálculo. Cualquiera que la desafiara en algún aspecto, terminaba perdiendo.
Me quedé callada, tratando de elegir alguna comida. Levanté la vista y Brianna estaba haciendo lo mismo que yo. Tenía la impresión que a ella no le preocupaba tanto la misteriosa vida de Ethan como a mí. Yo sabía que él ocultaba algo, ni siquiera lo veía entrar a su casa. Era como si saliera muy temprano y volviera por la noche.

martes, 30 de octubre de 2012

Capitulo 2: Primera Parte



Cuando abrí los ojos, me encontré con la alarma del despertador sobre mi mesa de luz. A un costado estaba mi celular, una lámpara blanca y una foto con mis dos hermanas, Christie y Liz.
Todas nos veíamos muy felices, los ojos de Christie eran más claros que los de nosotras y en aquella foto resaltaban aún más de lo normal, además tenía el pelo corto hasta los hombros (otro detalle que la hacía mínimamente distinta a nosotras); Liz tenía el pelo largo hasta la cintura con unas cuantas hondas y se había hecho unas pocas mechas celestes en la parte de abajo (siempre trataba de ser original), pero lo que más resaltaba era su sonrisa, con esos labios rosados y bien definidos que contrastaban con sus dientes blancos y parejos, acompañados por dos hoyuelos a los costados de las comisuras de la boca. En el otro costado de la foto, estaba yo. Con mi pelo rubio y hondeado, supongo que lo que a mí me resaltaba era eso. El pelo. Christie tenía los ojos, Liz la sonrisa y yo el pelo. Cada una con algo que la diferenciaba de las otras dos.
No entendía como en esa foto se podía reflejar tanta alegría, cuando en la vida real todo se había desmoronado.
Salí de la cama con pocas ganas de regresar al mundo real. Era sábado, no tenía instituto y había mucha tarea atrasada por hacer. En la silla del escritorio vi el uniforme del instituto planchado y muy bien acomodado, seguramente mamá lo había puesto allí para que yo lo guardara en el ropero.
Paso por tu casa antes del mediodía y pasamos el día juntas... Ok? Xoxo Brii”.
Leí el mensaje que había llegado hacía unos cuarenta minutos y comprobé que no hubiera otro, proveniente de James. Desde el accidente, la depresión me había consumido y los hermanos Parks (Brianna y James), trataban de animarme todo el tiempo. Por alguna razón, yo me sentía culpable y aunque ya lo había tratado con la psicóloga del instituto, nada me hacia cambiar de opinión. Ni siquiera los abrazos o las caminatas y largas charlas que tenía con James.
Camine al baño sintiendo que cada paso duraba diez años, hacía casi dos meses que ya no tenía carreras al baño por las mañanas. Ya no tenía que ducharme en el baño del cuarto de mis padres. Ya no tenía quien me ganara la ducha cada mañana.
Cuando termine, en el espejo vi mi rostro cansado, deprimido, triste y aburrido de la vida que llevaba.
Del ropero seleccioné mi bikini turquesa porque estaba segura que mi tarde con Brianna iba a terminar en la playa tomando sol. Luego me vestí con un short de jean celeste no muy ajustado, una remera blanca musculosa y unas zapatillas de lona color rosa chicle. Mientras me miraba en el espejo de mi cuarto, recordaba la trenza espiga que mi hermana solía hacerme. La extrañaba. Pero como ella ya no podía hacérmela, yo misma me peiné con dos trenzas que caían en los costados de mi cabeza. No era muy buena con los peinados, así que salieron algo desarmadas, pero me gustaba ese look informal. Mi pelo era largo hasta la mitad de la espalda, por lo tanto se lucían bastante.
Guardé el celular en el bolsillo del pantalón y me encaminé hacia la cocina. Encontré a mamá preparando mi tazón de cereales y frutillas, como siempre. Todo el mundo nos decía que debíamos tratar de seguir con las rutinas habituales, pero lo que nos aterraba de eso era la idea de terminar hundiéndonos en aquellas rutinas. Aun no había pasado, pero no tardaría mucho en suceder si seguíamos a ese ritmo. Lo peor de todo, era que ninguno de nosotros se preocupaba en hacer algo al respecto.
  -Buenos días amor- dijo con un tono cansado, no dormía bien desde el día del accidente, supongo que mi estado era lo que más le preocupaba.
-Hola Má- tomé mi primer sorbo del licuado de frambuesas que había en la mesada- hoy voy a pasar la tarde con Brianna.
  -Perfecto- dijo fingiendo una sonrisa- necesito que le lleves unos nuevos tulipanes a la señora Mackenzie.
  -Creí que te habías resignado a conocerla- respondí algo sorprendida.
  -Parece que es una mujer muy ocupada, hablando con Ethan ayer por la tarde, me enteré que viaja mucho por el trabajo.
  - ¿Acaso es guía turística?
  - No lo sé, no me lo dijo.
La poca confianza que tenía hacia Ethan seguía igual, aunque últimamente cruzábamos un poco más de palabras, porque  cuando lo veía antes de ir al instituto, me preguntaba cómo estaba yo o si necesitaba algo. Sin embargo, yo sabía que algo escondía. Hacía dos meses que vivía junto a nuestra casa y aún no conocíamos a sus padres (y eso que mamá era una experta haciéndose amigas de las vecinas).
Cuando terminé el desayuno, busqué mi bolso y le pedí a mamá un poco de dinero. Siempre que salí con Brianna terminaba comprando algo para comer o beber, generalmente salíamos a gastar billetes.
   -Quiero que vuelvas antes de la cena- dijo mi madre desde la cocina- seguramente se conecta Christie en internet.
 Me despedí y salí hacia le vereda. El sol me cegó por un momento, pero inmediatamente me acostumbré, mamá decía que ese era el problema de tener ojos claros porque eran hipersensibles (no quiero imaginarme lo que debe sufrir mi hermana Christie).
Atravesé el jardín delantero de mi casa, caminando por un camino de piedras que papá había armado cuando renovaron las plantas y la fachada de la casa. Llegué a la puerta del cerco de madera que rodeaba la casa de los Mackenzie y entré en el terreno.

martes, 23 de octubre de 2012

Capitulo 1: tercera parte.



¡CRASH!
Escuche el sonido de los vidrios al romperse y los sentí clavándose en mis piernas que solo tenían una pollera blanca. Sentí la mano de Liz agarrada fuertemente a la mía, intentando no soltarse por nada del mundo.
Grité su nombre y ella el mío, pero nada nos detenía. La música de Elvis sonaba alegremente en el fondo, pero la escena era todo lo contrario.
El coche con luces blancas que se había cruzado se alejaba mostrando solo dos luces rojas de la parte trasera.
Nuestra camioneta giraba y giraba, sin detenerse. Nada la paraba. El cinturón comenzó a soltarse, el airbag del conductor explotó al mismo tiempo que el del acompañante y dos bolsas de protección hicieron que no pudiera ver nada más.
Ya no escuchaba a Liz gritando mi nombre. Sin embargo yo seguía gritando el suyo.
Las lágrimas, los gritos, la agonía y la falta de aire se apoderaron de mí. Todo era oscuro y no distinguí nada, salvo el ruido del metal al golpearse.
Tenía miedo. Mucho miedo.
Sentí el cinturón de seguridad soltándose, hasta que solo fue una tira de tela rota colgando de lo que parecía ser una puerta. De pronto se abrió y yo, con todas mis fuerzas, intente sostenerme del tablero de la camioneta o de cualquier cosa que me sirviera, pero la fuerza de la gravedad era mayor. Mucho mayor.
Caí en algo parecido a la tierra, pero el ruido de la camioneta seguía cerca mío, tan fuerte y potente como al principio. Pedazos de vidrio estaban esparcidos por el suelo y clavados en mi ropa manchada de sangre.
De repente, el ruido se detuvo y todo quedó a oscuras. La camioneta se había detenido. Yo estaba recostada en el piso boca abajo, intentando respirar con todas mis fuerzas. Era el momento más horrible de toda mi vida. No quería cerrar los ojos para ver si lograba encontrar a Liz, pero no podía ver nada con la noche que había caído.
Luego, de la nada, un resplandor naranja salió de la camioneta. El fuego estaba iniciando dentro, por algún cortocircuito o falla mecánica luego de los golpes.
   -¡LIZ!- grité con todas las fuerzas que tenía, mientras aún estaba tumbada en el suelo- ¡ELIZABETH!- volví a chillar, las lagrimas salían de mí como una cascada. Me sentía sucia, llena de sangre, cansada, adolorida y aterrada. No sabía qué hacer.
Como pude, intenté levantarme. Hacía apenas diez segundos, estaba en la carretera conduciendo felizmente a mi hogar. Ahora estaba en ese infierno.
Levanté la vista, intentando ver qué era lo que estaba sucediendo, muerta de miedo, temblando y presa del pánico. ¿Qué estaba pasando? A lo lejos divisé una sombra caminando detrás de las llamas. Tal vez era Liz. Tal vez estaba ilesa. Tal vez estaba allí para ayudarme.
 Esperanzada, gemí su nombre con todas mis fuerzas, pero la adrenalina del momento hacía que todo me exigiera el doble de esfuerzo. No estoy segura de qué era aquello que caminaba en la escena, pero puedo jurar que tenía forma humana, mas bien, de hombre. El pelo no era largo, caminaba de una manera muy segura, como si supiera exactamente por donde debía pisar y por donde no. Era alto, esbelto y no muy corpulento. No sé qué fue lo que esa cosa intentaba decirme, pero alzó uno de los brazos y luego lo bajó señalando algo.
Me puse de pie a duras penas, mientras el fuego se propagaba en el interior de la camioneta. Debía encontrar a mi hermana. Liz estaba en algún lado, tal vez, dentro del incendio.
Yo no estaba muy lejos, me acerque un poco pero no la encontré. “¿Dónde estás Liz?” pensé desesperadamente. Recorrí los alrededores de la camioneta pero nada. No la encontraba.
   -Kat.
Escuché el gemido que susurraba mi nombre a unos metros de donde me encontraba. Justo donde la silueta había estado hacía unos pocos minutos. Con la luz que propagaba el fuego, logré distinguir un bulto en la oscuridad. Corrí con una fuerza “sobrehumana” dadas las circunstancias y me arrodille junto a ella con la cascada aún cayendo sobre mi rosto. Debía llamar a alguien rápido.
Me di cuenta que Liz estaba mucho mas cubierta de sangre de lo que yo estaba. Su rostro estaba rojo completamente, como en una película de terror, si no hubiese sabido que ella era Liz Cooper, tranquilamente podía parecer otra persona. Estaba llorando de dolor, con las piernas estiradas y boca abajo. Hacía un enorme esfuerzo por respirar y parecía que una de sus piernas estaba quebrada por la posición en que la tenía.
En ese momento, fue como si la adrenalina por no encontrarla hubiera desaparecido. Los dolores aparecieron en mi cuerpo como fantasmas. De repente no podía mantenerme erguida, necesitaba acostarme, no tenía más fuerzas.
  -Kat, sé fuerte- sentí la voz de alguien a mi lado, no sabía si esa era Liz porque estaba con los ojos cerrados, pero nuevamente, me pareció que era un hombre.
Apoyé mi cabeza junto a la de mi hermana y en un susurro le pedí que resistiera, que ella siempre hubiera sido mucho más fuerte que yo. No sabía si me había escuchado, pues había cerrado los ojos. No pude volver a repetirlo, no tenía fuerzas suficientes.
Tomé la mano de Liz y cerré mis ojos también, mientras sentía voces a nuestro alrededor. Supuse que los testigos que estaban en la ruta, llamarían a emergencias. Yo ya no podía hacer nada.
Inmediatamente, caí en lo que hasta ahora fue, el sueño más profundo de toda mi vida.