No tuve tiempo de preguntar qué rayos hacía allí o pedirle explicaciones, no pensaba hacerlo.
Corrí hacia el Jeep, abrí la puerta del
acompañante y me incrusté en el asiento con toda la rapidez y fuerza de la que
era capaz.
Respiraba súper agitada, parecía que el pecho
se me iba a caer. Recordé el accidente paso a paso y me largué a llorar.
Observé por el espejo retrovisor con lágrimas en los ojos y grité al ver que aquellos
tipos le estaban pegando a Ethan. No me simpatizaba, pero no era para tanto.
Grité su nombre, pero era claro que no podía
oírme. Abrí la puerta, sin salir del coche, volví a llamarlo y le pedí que
regresara, teníamos que largarnos de aquel lugar cuanto antes.
-¡Ethan, tenemos que irnos!- grité con toda mis fuerzas, y casi siento
que me quedo sin voz- ¡déjalos ya! ¡POR FAVOR!
No sé si será porque estaba cansado, pero
volvió hacia donde yo estaba, subió al Jeep, lo puso en marcha y a toda
velocidad vi como los tipos con pasamontañas quedaban cada vez más pequeños.
Mi respiración iba a mil por hora y mi humor
era peor que el de una manada de leones. Miré a Ethan y noté que ni siquiera
estaba agitado, ¿Era eso posible?
-¿Co…
me estabas…- intenté preguntar las mil y un palabras que estaban en mi mente al
mismo tiempo pero no lo logré, tenía que serenarme inmediatamente.
-Respira
profundo.
Inhalé y exhalé, tal cual lo indicaba Ethan.
-¿Cómo me encontraste?- fue lo único que logré decir, aunque salió en un
tono rápido y casi inentendible.
-Simplemente
pasaba por el lugar.
-¿Estabas
siguiéndome?
-Simplemente
te encontré por casualidad.
-Estabas
siguiéndome- afirmé con seguridad.
-¿Crees en el destino?- asentí, no muy convencida- digamos que él
intervino.
-Pues,
en este caso, no creo en el destino.
-Como
quieras…
Entendí que esa iba a ser la única respuesta
que saldría de su boca.
-Te
lastimaron- me observó él, intentando no quitar la vista del frente- Tenemos
que limpiarlas.
Apenas tenía un mínimo corte en la frente,
nada grave, solo salía un poco de sangre. Nada importante.
-¿Segura
que no hay nada más?- volvió a insistir- ¿no te hicieron nada?
-Estoy
bien… de verdad.
-No
puedo llevarte a tu casa con eso en la frente.
No pretendía ir a ningún otro lado con Ethan
Mackenzie. Ni en sueños.
Cuando el Jeep fue aparcado en la entrada de
garaje de su casa, me di cuenta que no podía perder aquella oportunidad.
¡FANTÁSTICO!
Aunque estaba esa parte que se resistía,
terminó ganando mi diminuto lado aventurero, que últimamente estaba desesperado
por salir.
Subí los escalones de la galería y, mientras
Ethan sostenía la puerta, entré. No podía creer que estaba allí.
De pronto, tenía un enorme living-comedor
frente a mí. Con dos enormes sillones negros bien mullidos y una gigantesca
mesa de madera blanca en el otro extremo de la habitación. Las paredes eran de
un tono verde cálido y tenían muchos cuadros abstractos. Un televisor con
pantalla de plasma colgaba en una de ellas, con una hermosa lámpara a su lado.
Todo era armonioso y perfectamente acomodado,
sin mencionar que tenían un pequeño toque moderno. Me gustaba.
-Enseguida
vuelvo- me dijo él, metiéndose en lo que supongo, sería la cocina- siéntate si
quieres.
Para no quedar mal (y porque me moría por
probar aquellos sillones), hice lo que me ofreció. Me senté y sentí como mi
cuerpo se hundía en aquellos almohadones. Eran demasiados perfectos.
“un momento- recordé- estoy aquí para juntar
evidencia de que Ethan es un psicópata”.
Pero luego, volví a notar que aquel sillón
era muy lindo, había estado en un muy cansador entrenamiento de hockey, los
tipos con pasamontañas me había deshecho y el sillón era MUY lindo.
Al final, me resigné a volver otro día, tal
vez podía hacer una especie de “tregua” conmigo misma y dejar suelta la parte
mía que no sospechaba de Ethan. Así iba a volver alguna otra vez.
Antes que él regresara, noté que en toda la
habitación no había ni una sola foto de alguna persona. Aquello era
prácticamente imposible, todo el mundo tenía al menos una foto.
Mi casa estaba repleta de retratos de mis
padres en Sídney o Los Ángeles; Christie, Liz y yo en nuestros primeros días de
instituto, o momentos inolvidables y ridículos.
Hasta la incomparable casa de los Parks
estaba repleta de fotos familiares, salvo que la de ellos era en lugares como
Italia o China, habían conocido casi todo el mundo.
Como sea, casi todo el mundo tenía fotos de
algún familiar en una mínima foto, aquella casa no tenía nada. Era como si
estuviera recién salida de un catálogo de revistas. Todo era muy… irreal
No hay comentarios:
Publicar un comentario